domingo, 24 de abril de 2011

Aún sigo aquí



Aún sigo aquí, sentado entre vosotros, en aquel recreo de suelo de cemento, entre el griterío y las pelotas de papel y bolsas de basura. Todavía existo dentro del hombre que ahora me habita, y que de ordinario me suplanta, y que pretende acallarme cuando me salta la risa o la inconveniencia. Ese hombre con canas y mirada grave, que me reprocha que no quiera marcharme del todo.

Pero no, yo sigo aquí, recordando cuando el mundo era nuestro juego y los sueños apenas empezaban a esbozarse, cuando la amistad lo era todo y la traición sólo cosa de los otros, esos, los mayores. Cuando la calle era mi casa y los abrazos lazos indestructibles, cuando decirle a alguien te quiero era decirlo para siempre. Yo soy aquel de la fila de bancos que al besarte sellaba una fidelidad que los años no han podido quebrar, el que te regaló aquella cadenita, el que se sentaba a llorar porque no entendía la loca canción de su corazón.

Nunca me iré, nunca del todo. Seguiré recordando para el hombre que me habita, porque le quiero y me da pena su rostro contrito, su horario de oficina, su preocupación que no es nada, su cobardía de ahora.

Sé que un día él me reconocerá, que ya no querrá callar más mi risa, que volverá la honestidad a su mirada y la valentía a su corazón. Porque Víctor, viejo amigo, nunca hemos dejado de ser uno, este niño, tú, yo yo.

Dedicado a mis compañeros del San Antonio María Claret